El abrazo andalusí, Primer premio de ensayo en el V Certamen Literario Villa de Marchena cuyo fallo se ha conocido hoy
El abrazo andalusí
Durante siglos, la muralla árabe -abrazo andalusí del siglo XII, la obra civil más
importante recontruida en el siglo XV - marcó el trazado de las calles de Marchena.
Luego, su destrucción parcial, marcó la construcción de las plazas en el XIX. El tapial,
una mezcla de barro, cal y pequeñas piedras prensadas, se ha revelado tan duro como
sencillo, siendo la primera clase magistral para los albañiles.
La mezquita de Marchena -cuyo emplazamiento exacto desconocemos- siempre estuvo
rodeada de un halo de santidad por su -madrassa- o escuela, una de las más importantes
difusoras del pensamiento sufí. La mezquita era un lugar frecuentado, no sólo para
efectuar la oración comunitaria, sino para convocar distintas reuniones de tipo social
y vecinal, o simplemente para estudiar con un poco de sosiego, o escapar a los calores
estivales entre la umbría del bosque de columnas.
Aquí acudían a aprender desde otras zonas de Al-Andalus. Uno de sus alumnos más
notables fue el filósofo Ibn Arabí (Murcia 1.165-Damasco1241) al-Shaykh al-akbar (el
más grande de los maestros), el primer filósofo musulmán que formalizó el sufismo,
quien conoció a muchos maestros u hombres santos sufíes y de ellos aprendió. Ha sido
comparado con San Juan de la Cruz, por sus poesías místicas.
Los sufíes, eran hombres santos que practican el arrepentimiento, la abstinencia, la
pobreza, y la contemplación. Era ésta la vía de iniciación para los hombres santos -abdal-
que se enseñaba en la madrassa de Marchena, junto a la mezquita. En ella, Abdul Mayid
enseñaba el Corán y predicaba en torno a 1190. También era muy célebre una de las
mujeres santas, llamada Shams Umm al-Fuqarâ, -Sol, madre de los pobres- según
reconoce el propio filósofo, una de las personas que más le influyó en su pensamiento y
dejó gran parte de su personalidad en la Zahoya, -escuela de teología y mística-.
Estas impresiones las dejó escritas en su libro Rûh al-quds. Es en Marchena de los
Olivos población situada no lejos de Sevilla -donde conocí a Shams Umm al-Fuqarâ.
Tenía un corazón fuerte, una noble energía espiritual, una gran discrección. Ocultaba su
estado espiritual, pero a veces me revelaba secretamente un aspecto, pues ella tenía
para conmigo algunos desvelamientos, que me producían mucha alegría
Ibn Arabí fue muy tolerante en lo tocante a la mujer,-comparado con sus coetáneos- y en
lo referente a la figura de Jesús a quien en ocasiones coloca por encima de Mahoma. Sin
embargo se enfurece cuando no se trata con la debida reverencia a Alah. En casa de
uno de mis conocidos en Marchena de los Olivos, empecé a hojearlo para saber de qué
hablaba y tropecé con el pasaje siguiente: Quiero estudiar en este capítulo cómo
plantear [la existencia] de una divinidad en el mundo. ¡No decía Al-lâh! Me quedé
asombrado y arrojé el libro a la cara de su propietario.
De Abdul-Mâjîd ben Selmah, el hatib, predicador de la mezquita de Marchena, que se
sabía de memoria el Corán y los Hadices, -segunda fuente de doctrina del derecho-
dice Ibn Arabí hombre de piedad y merito que siempre estaba al servicio de los fuqarâ,
(faquir, estudiante) que Al-lâh le sea propicio. La educación, era un bien muy preciado
por los musulmanes, que se preocuparon, desde las instancias oficiales, de garantizar y
desarrollar. El estudiante podía acudir a la mezquita o la madraza y recibir la enseñanza
que él eligiese, siempre, claro está, que ya dominase los textos sagrados y las ciencias
teológicas. Cuando el alumno procedía de familia acomodada, un tutor se encargaba en
su propio domicilio de su enseñanza privada.
Ibn Arabí nos cuenta el siguiente relato que le reveló el maestro de la mezquita de
Marchena. Dice Ibn Arabí:Me contó (Abdul-Mâjîd) lo que le ocurrió en una ocasión: " me
incliné invocando el Nombre de Al-lâh. Noté de improvisto, que una persona retiraba la
tela sobre la que rezaba y la reemplazaba por una gruesa estera. Luego me dijo: ¡Haz tus
plegarias sobre esta estera! YTuve entonces una inspiración, y le pregunté:"¡Oh, Sîdî
(Cid: Señor) , ¿Por qué medios llegan los Abdâl a ser Abdâl?", y él me respondio": Por el
silencio, la soledad, el hambre y la vigilia.Después de esto este hombre desapareció.
Pero la estera estaba debajo de mí".
La primera leyenda o relato de la Marchena árabe nos llega a través del sufí cordobés
Abu Bakr Ibn Bay. Curiosamente, esta leyenda nos ha llegado a través del tiempo y
después de mil años, aún se cuenta de boca en boca, entre los marcheneros. Así, me
ocurrió con un amigo, que cuando le mostré esta leyenda, me dijo que su padre se la
había contado cuando era pequeño muchas veces, como si fuera un hecho real. La
leyenda la cuenta la mujer de Abu Bakr, llamada Yamilah, Mi madre me contaba que,
después de la guerra civil que asoló las tierras de al Ándalus, (se refiere a las rebeliones
internas ocurridas durante el emirato de Abdallah. Umar ben Hafsún y otros rebeldes
muladíes -muwaladí, hispano cristiano, que abrazó el Islam durante la dominación
musulmana-.como los Banu Hayyay de Sevilla que tomaron Estepa, Osuna y Ecija en el
año 889) ella y su familia pasaron muchas calamidades. Mi tío abuelo Yahia se dedicaba
a ir a los pueblos de los alrededores de Marchena, que era su pueblo, vendiendo
canastos y avíos de mimbre que hacían sus hermanos y sus hijos. Dicen que una noche
iba por un camino oscuro y le salió al paso una sombra. Sintió tal terror que huyó. Pasado
un tiempo, Yahia volvió a transitar aquel camino y, de nuevo, surgió ante él la sombra.
Estoy aquí para librarte de la pobreza. Ven mañana a este mismo sitio y no tendrás que
volver a trabajar nunca más. Tras decir esto, la sombra desapareció y el tío Yahia se
volvió a su casa. Iba a los otros pueblos a vender y, desde su encuentro con la sombra,
siempre se le vio feliz y contento con su suerte.
El Arco de la Rosa -puerta de Sevilla- es uno de los emblemas de nuestra ciudad y de
su muralla. Su acceso era antiguamente en rampa para permitir el acceso de las
caballerías y se ubicaba en la línea de salida de la Alcazaba hacia el camino de Sevilla.
En su interior podemos ver una pequeña puerta o acceso hacia la ronda, por encima de la
muralla. Desde su punto más alto se controlan a la perfección, los caminos de acceso al
municipio, desde Sevilla, cumpliendo de este modo su función de vigilancia. Las almenas
de las murallas son sobrevoladas por ese revuelo andalusí que son los palomos
marcheneros, una raza autóctona. Al palomo marchenero se le ha definido
como de sangre azul. Los árabes eran muy aficionados a estos palomos, por sus dotes
de conquista y seducción utilizándolas para la caza o como atracción de otras a su
palomar, lo que se puede considerar el origen de las palomas ladronas. Ibn Arabí también
se refirió en sus poemas a esa tradición. Gime una paloma acollarada y el amante
entristecido compadece su pena y su gemido.
El núcleo urbano era la medina, de trazado apretado y denso, que, a su vez, se
organizaba en dos zonas: la comercial y la vecinal. El zoco era un lugar de encuentro,
sobre todo masculino, en el que, en medio de un frenético deambular, se sucedían las
más diversas transacciones, y también las más insospechadas intrigas. Los oficios y los
puestos se extendían por áreas especializadas, en las que se podían hallar las más
variadas mercancías. Desde especias y perfumes hasta hortalizas y frutas, carne, tejidos,
orfebrería y cerámica. Una estricta serie de normas regían la vida comercial normas que
aún podemos encontrar en los completos tratados de hisba de Ibn Abdun, cuya
honradez, no siempre garantizada, vigilaba atento el almotacén, inspector del zoco. Al-
Andalus estableció una sólida administración y un sistema judicial harto complejo. Las
compras se efectuaban con dinero contante y sonante, que se acuñaba en la ceca de
Córdoba, primero, y de otras ciudades en época de taifas. Dinares, dirhems y feluses
eran moneda de pago corriente.
En la puerta de Morón, los posibles invasores tenían que superar la primera puerta y
llegar al patio interio, hoy sala principal del museo, en donde le esperaban los
defensores de la fortaleza que les impedían el paso con toda suerte de obstáculos. Todo
el conjunto esta cerrado por un elevado muro desde donde se atacaba a los posibles
enemigos. La Puerta de Carmona es una de las más antiguas, defendida directamente
por una torre octogonal, la Torre del Oro. La puerta de la Barbacana servía para unir el
Alcázar y la zona del Parque a través de un sistema de rampas. El punto en que
confluían ambas murallas era la Torre del Oro, -puerta de Carmona, la más antigua de
todo el recinto. Junto a esta torre residía el alcaide, responsable de la fortaleza, un cargo
que se mantuvo luego durante la época ducal según Fernando Alcaide.
Deteneos conmigo un momento junto a esas ruinas y lloremos juntos. El texto de Ibn
Arabí parece referirse a las partes de la muralla ya desaparecidas o en grave proceso de
deterioro. La puertas desaparecidas fueron la Puerta de Osuna, ubicada en la Plaza de
San Andrés, de la que se conserva un torreón, o la Puerta de Ecija, junto a la carretera
de los poyetes, zona de mayor destrucción.
¡Oh torre vieja! Llora/ tus lágrimas mudéjares/ sobre este grave patio/que no tiene
fuente.(Lorca). Desde la torre de Santa María recorre las nervaduras y los contrafuertes
de los templos marcheneros una fuerte tradición mudéjar que llega hasta el siglo XVIII, tal
y como ha investigado Juan Luis Ravé."¡Oh templo antiguo! Se ha levantado una luz que
para ti brilla en mi corazón. Dijo Ibn Arabí.
Un prodigio de estrellas de caoba o pino, ribeteadas de cal, en pleno día."La mayor parte
de la arquitectura realizada y proyectada por maestros locales tiene rasgos mudéjares"
explica Ravé. La armadura ochavada de la sala de audiencias de los juzgados, nos habla
de la grandeza perdida del antiguo convento franciscano, y de su técnica nazarí,
semejante al usado en algunas techumbres del palacio, hoy en el palacio sevillano de la
condesa de Lebrija.
Piñas de mocárabes en el artesonado de San Juan, uno de los más originales y ricos de
la época. La base de la torre de San Juan tambien tiene elementos árabes, y una capilla
bautismal, según Ravé, con bellos y arcaicos capiteles de decoración vegetal de tradición
árabe y puntas de diamante. El exterior de toda la iglesia está decorado con almenas
iguales a las existentes en la mezquita cordobesa. Las portadas de San Andrés y San
Lorenzo siguen el mismo modelo. Bajo ella, existe un antiguo aljibe igual que en el caso
de Santa María. Así, se relaciona el agua con la construcción de templos y eficios,
siguiendo la costumbre de fenicios, romanos y todas las culturas antiguas.
La armadura ochavada de Santa María de la Mota construida probablemente tras el
terremoto de 1356 que afectó a la iglesia, como lo demuestra la inclinación de algunas
columnas. Tampoco faltan elementos árabes en la fachada principal, que se compara con
los templos góticos más primitivos de Andalucía. Esta iglesia de la Mota (del latin,
mattus,a, um: humedo) tiene en su subsuelo varios aljibes, uno cerca de la torre, que
tiene base árabe, otro bajo el ábside y un tercero en la zona conventual.
En la calle doctor Diego Sánchez se conserva el único resto de la presencia de la
herencia mudéjar en una vivienda. Junto a los restos de la casa de los Díez de la Cortina
(S. XVII), -que hace esquina con la ronda de la Alcazaba se conservan restos de un
absolutamente desconocido patio mudéjar que ni ha sido estudiado ni catalogado por los
expertos. Tanto es así que no ha sido incluido por Ravé en su estudio de la arquitectura
mudéjar de nuestro municipio. Aún conserva sus pilares ochavados con el característico
color rojo y amarillo en los ladrillos y los arranques de varios arcos, todo ello entre las
últimas ruinas de una gran casa, en la que fuera la manzana más antigua del municipio,
ubicada junto a la muralla. Las arcadas mudéjares de este patio tienen las mismas
características que las fachadas primitivas de la iglesia de San Juan.
Poco después de la conquista, en 1296 se conservaba el barrio musulmán en la
Marchena cristiana. La importante herencia constructiva islámica de la muralla había
creado no solo un precedente sino todo un grupo de obreros especializados en
determiandas técnicas de la albañilería. Los alarifes mudéjares continuaron trabajando
muchos años al servicio de los Duques. No sólo había que reparar la muralla, también
reformarla.
San Miguel se construyó también en torno a 1528 en este estilo- tras la expansión de
este arrabal histórico. San Sebastián también se reconstruyó bajo la misma estética, tras
el terremoto de Lisboa. En 1618, -cuatro siglos después- el visitador del Rey indica que
informado que en la villa "andan algunos moras y moros libres, que están rebeldes y
pertinaces" señalando que también hay muchos otros esclavos.
Lopez de Arenas -Alcalde Alarife del Ayuntamiento sevillano, nacido en el barrio de San
Miguel en 1579- procedía de familia relacionada con los alarifes que trabajan para el
Duque-. Recogió en 1633 toda ésta tradición constructiva aprendida en sus años de
formación marchenera y la plasmó en el único tratado que existe en España, de similares
características.
Otro punto de Marchena donde florece el recuerdo de Al-Andalus se sitúa junto al arco de
la Rosa, donde confluyen dos manantiales y pudieron situarse los antiguos baños árabes.
La abundancia de manantiales y aguas subterráneas en los puntos estratégicos, sin duda
tuvo su importancia para el asentamiento árabe. Cerca de la Puerta de Sevilla florecen
dos manantiales conocidos desde época árabe. Además en la zona militar de la
alcazaba, asentada en el llamado cerro de la mota (del latin, mattus,a, um: humedo) era
la mas elevada y mejor defendida. Allí hay varios aljibes, uno cerca de la torre, que según
la tradición tiene base árabe, otro bajo el ábside y un tercero en la zona conventual.
El ser humano contiene más de un 80% de agua. Somos de agua. Debe ser por eso que
la necesitamos. Quién no se ha sentido alguna vez como si renaciera, tras bucear entre
transparentes aguas marinas rodeado de peces y de algas, o después de tomar un
relajante baño. Las religiones conservan sus antiguos ritos iniciáticos de purificación con
agua. Las abluciones de hindúes y musulmanes, el mikveh judío o el bautismo católico.
Aguas sagradas del Jordán, Ganges o Nilo.
Víctima de la prisa, el hombre contemporáneo acude ahora a los viejos remedios del
agua caliente o fría, a presión o por inmersión que nos relaja o estimula, alivia el dolor,
induce el sueño, acelera el pulso. Baños terapéuticos y rehabilitadores, propiedades
curativas y beneficios estéticos.
Kantas Niskas, rogamus et deprecamus vos... (sagradas ninfas, os rogamos y
suplicamos...) Así invocaban los antiguos griegos, y aún hoy en algunas regiones a las
ninfas de fuentes y manantiales.
Magia, belleza y refinamiento entre arcos y celosías, el juego de agua y luces en la
penumbra, envuelve el misterio del "hammam". Los baños árabes recuperaron la
costumbre de Grecia y Roma y nos dejaron una de las más apreciadas herencias de Al-
Andalus. Sheherazade, princesa de las Mil y una Noches dijo que una ciudad no estaba
completa si no tenía su "hammam". Era el centro de la vida de las ciudades andalusíes,
lugar indicado para relajarse y charlar.
La higiene es una manifestación de la fe escribió Mahoma. Adosados a la mezquita, los
baños responden al imperativo de acudir a la misma impolutos y limpios. En su origen
revistieron un carácter público y tenían un carácter social. Los hammam incluyeron
servicios de gimnasia, masaje, té música e incluso bibliotecas. Cuando el norte cristiano
no conocía el concepto de higiene, la Córdoba musulmana contaba con mas de
seiscientos baños públicos. Según I. Zamrak, los baños proliferaron en todo el territorio
de Al-Andalus, no sólo en los núcleos urbanos, sino también en los rurales -grandes o
pequeños-.
En los baños los clientes no sólo se lavaban, se relajaban y se dejaban masajear
enérgicamente. La tarde estaba destinada al turno de las mujeres, que se acicalaban,
charlaban e incluso merendaban. Pasta depilatoria, alheña (henna), aceite de violetas,
perfume de almizcle y jazmín, jabón arcilloso para el cabello, antimonio para realzar la
mirada (kohol), corteza de nuez para tintar labios y encías..., constituían un auténtico
arsenal cosmético para el cuidado y la belleza de la mujer andalusí. Los baños árabes
solían tener de tres a cuatro habitaciones, siendo las más elementales Al-bayt al maslaj:
vestíbulo, zaguán o lugar de descanso, Al-bayt al barid: allí recibían las toallas y
sandalias de madera. Al-bayt al wastani: sala templada y Al-bayt al -sajun: sala caliente.
El historiador Fernando Alcaide opina que el hammam de marshen'ah o Marchena de
los olivos estaría bajo el solar del antiguo convento de Capuchinos, junto a la Plaza Ducal
aunque su verdadera ubicación solo se sabría gacias a una excavación arqueológica. Es
el mismo caso que la mezquita, o la necrópolis islámica. La certeza del agua árabe la
tenemos en arcados aljibes bajo la iglesia de Santa María o San Juan. Así, se relaciona
el agua con la construcción de templos y eficios, como en el mundo antiguo.
Hasta hace un siglo funcionó en Marchena una casa de baños medicinales, ubicada en la
plaza de abajo o Plaza de Alvarado, una de las más antiguas e importantes de la
provincia sevillana.
En el Diario de Sevilla de 1829 aparece la noticia de la rehabilitación de la antigua casa
de baños, -que según esta crónica era conocida desde tiempo de los árabes-
coindidiendo con el resurgir del incipiente turismo termal y de balnearios. En la reforma de
aquel año se dotó al establecimiento de modernas instalaciones. Las conducciones de
agua corrían a lo largo de la muralla.
Los estudios hidrogeológicos nos revelan que en Marchena siempre fue abundante en
agua y que ésta podía ser hallada a escasa profundidad, como así lo atestiguaban los
numerosos pozos que antaño abastecían a cada casa del pueblo. Según el geógrafo
Manuel Ramón Ternero, los sustratos arenosos del sur del término municipal permiten la
filtración del agua que queda embalsada en los más profundos sustratos rocosos,
formando un venero. Dichos manantiales afloraban en las laderas del cerro sobre el que
se construyó el barrio de San Juan.
En la panorámica del barrio antiguo desde la calle San Miguel, destaca un punto en
donde abunda la vegetación, antiguas y altas palmeras, evocando un vergel árabe. En
ese punto, -donde hoy se levanta un edificio dedicado a la hostelería, que ha recogido la
tradición de ser parada y fonda del visitante forastero- confuyen dos manantiales hoy
olvidados, el manantial norte, que viene de la zona de la calle San Francisco y el
manantial sur, de la zona de Antonia Díaz y llegan al edificio de los antiguos baños,
después de unirse a través de un extenso acueducto de obra antigua según el relato del
Diario de Sevilla de 1829.
Una comisión médica compuesta por químicos y farmacéuticos dictaminanó que las
aguas de los baños de Marchena poseían propiedades especiales para las corrupciones
cutáneas y afecciones nerviosas. El manantial norte es rico en sales neutras, magnesio y
calcio, alúmina, selenita, sílice u óxido de sílice, mientras que el agua del manatial sur
contiene ácido carbónico, sulfato de hierro, nitrato de calcio, sílice y sobre todo gran
cantidad de sales, disueltas y a baja temperatura. La comisión médica destaba las
propiedades de las sales, como secante o antiséptico muy eficaz para las enfermedades
cutáneas. Hoy en día, los manantiales están cegados por falta de uso.
Todas estas características confieren a dicho lugar un interés especial. Sobre la muralla
almohade, las palmeras y el jardín hablan de abundancia de agua, en un lugar regusto
andalusí, cerca al Arco de la rosa, por un estrecho paso de guardia. Tiene baraka, una
expresión arabe que significa bendición. Hoy en día, los manantiales están cegados por
falta de uso.
Tampoco falta la presencia árabe en nuestros campos. Aún hú se conservan numerosas
estructuras hidráulicas subterráneas en huertas y explotaciones agrícolas, sobre todo en
la zona de Las Arenas. Por ejemplo, en la zona de Santolalla y la fuente del perro, existe
una de estos aljibes y pozos árabes que tuvieron su estructura de norias, y alrededor
florece toda una huerta que fue explotada hasta hace pocos años, gracias a un sistema
de tracción animal. En este caso, se puede ver una estructura cuadrada con una gran cisterna, sujetada por dos arcos y una abertura hacia el exterior para encajar la noria de
madera propiamente dicha, que se hacía girar por la fureza de los animales.
Es de sobra conocida la influencia árabe en torno a la gastronomía y el mundo de la
perfumería. Los olores de Al-Andalus eran esencias a base de limón, de rosas y de
violetas, y por el ámbar: ámbar gris, ámbar natural (anbar), desmenuzado o molido,
ámbar negro y almizcle. Los aceites perfumados y las esencias de flores se conservaban
en frascos de vidrio y cristales. Ibn Hazm nos cuenta que las cordobesas de su tiempo
pasaban largo tiempo mascando goma para perfumar su aliento». Toda la gama de
perfumes y cuidados estéticos y de la salud ha quedado conservada en los tratados de
alimentos, higiene y medicina de Avenzoar (1095-1161). En al-Ándalus el olor del almizcle
fue muy popular, ya que se alude al almizcle frecuentemente en los poemas andalusíes,
comparándolo con todo aroma intenso y perfumado. Un ejemplo es el poeta Ibn A'isa
(siglo XI) que concibe al-Ándalus como:«Una tierra de almizcle, una atmósfera de ámbar,
(...) y una lluvia fina de agua de rosas». En las mezquitas se quemaban en pebeteros
productos aromáticos, importados de Oriente, como el azahar o el sándalo.
La cortesía musulmana era recibir al invitado con el tradicional as-salamu aleikum, que es
un saludo islámico deseando paz y salud, y seguidamente el ofrecerle leche acompañada
de dátiles con almendras. El vaso de leche es un símbolo de la pureza de sentimientos.
Hay una larga lista de recomendaciones sobre el beber y el comer, transmitidas por los
sabios del Islam.
Los musulmanes andalusíes introdujeron nuevos productos muy populares hoy, como la
berenjena (badinÿana), originaria de la India. También trajeron las alcachofas (jarshuf) y
los espárragos, que tenían la propiedad de evitar los malos olores de la carne. Las
hortalizas más cultivadas eran, además, la calabaza, los pepinos, las acelgas (as-silqa),
las espinacas (isfanaj) y muchas otras.
Las frutas más consumidas eran la sandía, que provenía de Persia y del Yemen, el
melón, del Jorasán, y la granada de Siria. A propósito, en el «Libro de Agricultura» de Ibn
al-Awwám (siglos XII y XIII), podemos leer una tradición del Profeta Muhammad sobre
esta hermosa fruta, rescatada por este hacendado andalusí de la zona de Aljarafe, cerca
de Sevilla: «Cuidad del granado; comed la granada, pues ella desvanece todo rencor y
envidia». Era el símbolo por excelencia de Al Andalus.
El higo, se exportó a Oriente, y se introdujo en la península, procedente de
Constantinopla, en tiempos de Abderrahmán II. Las especies fueron muy usadas en la
cocina andalusí. En cuanto a las especias, muy utilizadas en la cocina de al-Ándalus, se
introdujo la canela, procedente de la China, así como el azafrán (az-zafaran, en persa
safrón), el comino (kammún), la alcaravea, el jenjibre, el sésamo (o ajonjolí), el cilantro, la
luez moscada y el anís (anisún).
Averroes nos dejó algunasrecetas sobre el uso del aceite de oliva. «Cuando procede de
aceitunas maduras y sanas, y sus propiedades no han sido alteradas artificialmente,
puede ser asimilado perfectamente por la constitución humana (...) Los alimentos
condimentados con aceite son nutritivos, con tal que el aceite sea fresco y poco ácido (...)
Por lo general es adecuada para el hombre toda la sustancia del aceite, por lo cual en
nuestra tierra sólo se condimenta la carne con él, ya que éste es el mejor modo de
atemperarla, al que llamamos, rehogo. He aquí como se hace: se toma el aceite y se
vierte en cazuela, colocándose enseguida la carne y añadiéndole agua caliente poco a
poco, pero sin que llegue a hervir» (Kulliyat).
También señala las propiedades alimenticias de las berenjenas: «Con las berenjenas se
hacen en nuestro país muchos platos delicados. Después que sueltan la primera agua de
cocción y se cuecen con su abundante carne, son muy deliciosas» (Kulliyat).
En su Kitab al-Kulliyat fi-l Tibb dice: «Los mejores frutos son los higos y las uvas. La
calidad del higo es cálida y húmeda, tonificando el estómago y aligerando el vientre...
Cuando son cocidos durante largo tiempo, se parecen a la miel».
También se ha estudiado la presencia árabe en el folclore popular. «Ya es bantante
significativo que moriscos y gitanos compartan los nuevos apellidos castellanos, como lo
es el hecho de que aquellos lugares y enclaves donde hubo una mayor población
morisca, sean, precisamente, en los que se asentó el mayor número de gitanos: Albaicín,
de Granada, Las Alpujarras, el barrio sevillano de Triana, Lebrija, Marchena, Utrera ... y
Jerez de la Frontera.» opina Blas Infante.
El cantaor y estudioso del folclore árabe, Aziz Balouch oyendo en 1933 a Pepe
Marchena, se dio cuenta de que la estructura y la raiz de la música de su tierra y la
andaluza eran la misma. Aziz descubrió además la herencia de Ali Ben Nafi -Ziryab-,
músico y estudioso de los instrumentos, enviado por el califa de Bagdad al de
Córdoba, que extendió un puente musical entre Al-Andalus y Pakistán.
Invitado por Aziz, Pepe Marchena ofreció una serie de cantos explicativos en Karachi
-Pakistán- en 1961. Los melismas de Tejada quedaron como ejemplo de la teoría
árabe del nacimiento del cante flamenco, una de las posibles. Tampoco han faltado
teorías sobre un posible origen árabe en las antiguas saetas marcheneras, entre
expertos musicales, entre ellos el madrileño Pablo Carazo, músico y experto en
música árabe y medieval, perteneciente al grupo musical de Eduardo Paniagua.
Estudiando elementos como lo albañilería, la ebanistería, la alimentación, el vocabulario,
nos damos cuenta de que la tradición andalusí no sólo es mucho más importante de lo
que pudiese parecer, sino que sigue hoy día viva en nuestro pueblo.
Nuevamente nos asaltan otras preguntas: ¿Han influído cuestiones, religiosas,
ideológicas, en la escasa investigación sobre nuestra tradición andalusí?. ¿Podrían
recuperarse los baños y los manantiales árabes?. ¿Donde estuvieron las mezquitas y el
cementerio de los musulmanes?. ¿Donde, los acueductos de los baños?. Estas últimas
preguntas solo podrían ser respondidas con excavaciones arqueológicas.
Durante siglos, la muralla árabe -abrazo andalusí del siglo XII, la obra civil más
importante recontruida en el siglo XV - marcó el trazado de las calles de Marchena.
Luego, su destrucción parcial, marcó la construcción de las plazas en el XIX. El tapial,
una mezcla de barro, cal y pequeñas piedras prensadas, se ha revelado tan duro como
sencillo, siendo la primera clase magistral para los albañiles.
La mezquita de Marchena -cuyo emplazamiento exacto desconocemos- siempre estuvo
rodeada de un halo de santidad por su -madrassa- o escuela, una de las más importantes
difusoras del pensamiento sufí. La mezquita era un lugar frecuentado, no sólo para
efectuar la oración comunitaria, sino para convocar distintas reuniones de tipo social
y vecinal, o simplemente para estudiar con un poco de sosiego, o escapar a los calores
estivales entre la umbría del bosque de columnas.
Aquí acudían a aprender desde otras zonas de Al-Andalus. Uno de sus alumnos más
notables fue el filósofo Ibn Arabí (Murcia 1.165-Damasco1241) al-Shaykh al-akbar (el
más grande de los maestros), el primer filósofo musulmán que formalizó el sufismo,
quien conoció a muchos maestros u hombres santos sufíes y de ellos aprendió. Ha sido
comparado con San Juan de la Cruz, por sus poesías místicas.
Los sufíes, eran hombres santos que practican el arrepentimiento, la abstinencia, la
pobreza, y la contemplación. Era ésta la vía de iniciación para los hombres santos -abdal-
que se enseñaba en la madrassa de Marchena, junto a la mezquita. En ella, Abdul Mayid
enseñaba el Corán y predicaba en torno a 1190. También era muy célebre una de las
mujeres santas, llamada Shams Umm al-Fuqarâ, -Sol, madre de los pobres- según
reconoce el propio filósofo, una de las personas que más le influyó en su pensamiento y
dejó gran parte de su personalidad en la Zahoya, -escuela de teología y mística-.
Estas impresiones las dejó escritas en su libro Rûh al-quds. Es en Marchena de los
Olivos población situada no lejos de Sevilla -donde conocí a Shams Umm al-Fuqarâ.
Tenía un corazón fuerte, una noble energía espiritual, una gran discrección. Ocultaba su
estado espiritual, pero a veces me revelaba secretamente un aspecto, pues ella tenía
para conmigo algunos desvelamientos, que me producían mucha alegría
Ibn Arabí fue muy tolerante en lo tocante a la mujer,-comparado con sus coetáneos- y en
lo referente a la figura de Jesús a quien en ocasiones coloca por encima de Mahoma. Sin
embargo se enfurece cuando no se trata con la debida reverencia a Alah. En casa de
uno de mis conocidos en Marchena de los Olivos, empecé a hojearlo para saber de qué
hablaba y tropecé con el pasaje siguiente: Quiero estudiar en este capítulo cómo
plantear [la existencia] de una divinidad en el mundo. ¡No decía Al-lâh! Me quedé
asombrado y arrojé el libro a la cara de su propietario.
De Abdul-Mâjîd ben Selmah, el hatib, predicador de la mezquita de Marchena, que se
sabía de memoria el Corán y los Hadices, -segunda fuente de doctrina del derecho-
dice Ibn Arabí hombre de piedad y merito que siempre estaba al servicio de los fuqarâ,
(faquir, estudiante) que Al-lâh le sea propicio. La educación, era un bien muy preciado
por los musulmanes, que se preocuparon, desde las instancias oficiales, de garantizar y
desarrollar. El estudiante podía acudir a la mezquita o la madraza y recibir la enseñanza
que él eligiese, siempre, claro está, que ya dominase los textos sagrados y las ciencias
teológicas. Cuando el alumno procedía de familia acomodada, un tutor se encargaba en
su propio domicilio de su enseñanza privada.
Ibn Arabí nos cuenta el siguiente relato que le reveló el maestro de la mezquita de
Marchena. Dice Ibn Arabí:Me contó (Abdul-Mâjîd) lo que le ocurrió en una ocasión: " me
incliné invocando el Nombre de Al-lâh. Noté de improvisto, que una persona retiraba la
tela sobre la que rezaba y la reemplazaba por una gruesa estera. Luego me dijo: ¡Haz tus
plegarias sobre esta estera! YTuve entonces una inspiración, y le pregunté:"¡Oh, Sîdî
(Cid: Señor) , ¿Por qué medios llegan los Abdâl a ser Abdâl?", y él me respondio": Por el
silencio, la soledad, el hambre y la vigilia.Después de esto este hombre desapareció.
Pero la estera estaba debajo de mí".
La primera leyenda o relato de la Marchena árabe nos llega a través del sufí cordobés
Abu Bakr Ibn Bay. Curiosamente, esta leyenda nos ha llegado a través del tiempo y
después de mil años, aún se cuenta de boca en boca, entre los marcheneros. Así, me
ocurrió con un amigo, que cuando le mostré esta leyenda, me dijo que su padre se la
había contado cuando era pequeño muchas veces, como si fuera un hecho real. La
leyenda la cuenta la mujer de Abu Bakr, llamada Yamilah, Mi madre me contaba que,
después de la guerra civil que asoló las tierras de al Ándalus, (se refiere a las rebeliones
internas ocurridas durante el emirato de Abdallah. Umar ben Hafsún y otros rebeldes
muladíes -muwaladí, hispano cristiano, que abrazó el Islam durante la dominación
musulmana-.como los Banu Hayyay de Sevilla que tomaron Estepa, Osuna y Ecija en el
año 889) ella y su familia pasaron muchas calamidades. Mi tío abuelo Yahia se dedicaba
a ir a los pueblos de los alrededores de Marchena, que era su pueblo, vendiendo
canastos y avíos de mimbre que hacían sus hermanos y sus hijos. Dicen que una noche
iba por un camino oscuro y le salió al paso una sombra. Sintió tal terror que huyó. Pasado
un tiempo, Yahia volvió a transitar aquel camino y, de nuevo, surgió ante él la sombra.
Estoy aquí para librarte de la pobreza. Ven mañana a este mismo sitio y no tendrás que
volver a trabajar nunca más. Tras decir esto, la sombra desapareció y el tío Yahia se
volvió a su casa. Iba a los otros pueblos a vender y, desde su encuentro con la sombra,
siempre se le vio feliz y contento con su suerte.
El Arco de la Rosa -puerta de Sevilla- es uno de los emblemas de nuestra ciudad y de
su muralla. Su acceso era antiguamente en rampa para permitir el acceso de las
caballerías y se ubicaba en la línea de salida de la Alcazaba hacia el camino de Sevilla.
En su interior podemos ver una pequeña puerta o acceso hacia la ronda, por encima de la
muralla. Desde su punto más alto se controlan a la perfección, los caminos de acceso al
municipio, desde Sevilla, cumpliendo de este modo su función de vigilancia. Las almenas
de las murallas son sobrevoladas por ese revuelo andalusí que son los palomos
marcheneros, una raza autóctona. Al palomo marchenero se le ha definido
como de sangre azul. Los árabes eran muy aficionados a estos palomos, por sus dotes
de conquista y seducción utilizándolas para la caza o como atracción de otras a su
palomar, lo que se puede considerar el origen de las palomas ladronas. Ibn Arabí también
se refirió en sus poemas a esa tradición. Gime una paloma acollarada y el amante
entristecido compadece su pena y su gemido.
El núcleo urbano era la medina, de trazado apretado y denso, que, a su vez, se
organizaba en dos zonas: la comercial y la vecinal. El zoco era un lugar de encuentro,
sobre todo masculino, en el que, en medio de un frenético deambular, se sucedían las
más diversas transacciones, y también las más insospechadas intrigas. Los oficios y los
puestos se extendían por áreas especializadas, en las que se podían hallar las más
variadas mercancías. Desde especias y perfumes hasta hortalizas y frutas, carne, tejidos,
orfebrería y cerámica. Una estricta serie de normas regían la vida comercial normas que
aún podemos encontrar en los completos tratados de hisba de Ibn Abdun, cuya
honradez, no siempre garantizada, vigilaba atento el almotacén, inspector del zoco. Al-
Andalus estableció una sólida administración y un sistema judicial harto complejo. Las
compras se efectuaban con dinero contante y sonante, que se acuñaba en la ceca de
Córdoba, primero, y de otras ciudades en época de taifas. Dinares, dirhems y feluses
eran moneda de pago corriente.
En la puerta de Morón, los posibles invasores tenían que superar la primera puerta y
llegar al patio interio, hoy sala principal del museo, en donde le esperaban los
defensores de la fortaleza que les impedían el paso con toda suerte de obstáculos. Todo
el conjunto esta cerrado por un elevado muro desde donde se atacaba a los posibles
enemigos. La Puerta de Carmona es una de las más antiguas, defendida directamente
por una torre octogonal, la Torre del Oro. La puerta de la Barbacana servía para unir el
Alcázar y la zona del Parque a través de un sistema de rampas. El punto en que
confluían ambas murallas era la Torre del Oro, -puerta de Carmona, la más antigua de
todo el recinto. Junto a esta torre residía el alcaide, responsable de la fortaleza, un cargo
que se mantuvo luego durante la época ducal según Fernando Alcaide.
Deteneos conmigo un momento junto a esas ruinas y lloremos juntos. El texto de Ibn
Arabí parece referirse a las partes de la muralla ya desaparecidas o en grave proceso de
deterioro. La puertas desaparecidas fueron la Puerta de Osuna, ubicada en la Plaza de
San Andrés, de la que se conserva un torreón, o la Puerta de Ecija, junto a la carretera
de los poyetes, zona de mayor destrucción.
¡Oh torre vieja! Llora/ tus lágrimas mudéjares/ sobre este grave patio/que no tiene
fuente.(Lorca). Desde la torre de Santa María recorre las nervaduras y los contrafuertes
de los templos marcheneros una fuerte tradición mudéjar que llega hasta el siglo XVIII, tal
y como ha investigado Juan Luis Ravé."¡Oh templo antiguo! Se ha levantado una luz que
para ti brilla en mi corazón. Dijo Ibn Arabí.
Un prodigio de estrellas de caoba o pino, ribeteadas de cal, en pleno día."La mayor parte
de la arquitectura realizada y proyectada por maestros locales tiene rasgos mudéjares"
explica Ravé. La armadura ochavada de la sala de audiencias de los juzgados, nos habla
de la grandeza perdida del antiguo convento franciscano, y de su técnica nazarí,
semejante al usado en algunas techumbres del palacio, hoy en el palacio sevillano de la
condesa de Lebrija.
Piñas de mocárabes en el artesonado de San Juan, uno de los más originales y ricos de
la época. La base de la torre de San Juan tambien tiene elementos árabes, y una capilla
bautismal, según Ravé, con bellos y arcaicos capiteles de decoración vegetal de tradición
árabe y puntas de diamante. El exterior de toda la iglesia está decorado con almenas
iguales a las existentes en la mezquita cordobesa. Las portadas de San Andrés y San
Lorenzo siguen el mismo modelo. Bajo ella, existe un antiguo aljibe igual que en el caso
de Santa María. Así, se relaciona el agua con la construcción de templos y eficios,
siguiendo la costumbre de fenicios, romanos y todas las culturas antiguas.
La armadura ochavada de Santa María de la Mota construida probablemente tras el
terremoto de 1356 que afectó a la iglesia, como lo demuestra la inclinación de algunas
columnas. Tampoco faltan elementos árabes en la fachada principal, que se compara con
los templos góticos más primitivos de Andalucía. Esta iglesia de la Mota (del latin,
mattus,a, um: humedo) tiene en su subsuelo varios aljibes, uno cerca de la torre, que
tiene base árabe, otro bajo el ábside y un tercero en la zona conventual.
En la calle doctor Diego Sánchez se conserva el único resto de la presencia de la
herencia mudéjar en una vivienda. Junto a los restos de la casa de los Díez de la Cortina
(S. XVII), -que hace esquina con la ronda de la Alcazaba se conservan restos de un
absolutamente desconocido patio mudéjar que ni ha sido estudiado ni catalogado por los
expertos. Tanto es así que no ha sido incluido por Ravé en su estudio de la arquitectura
mudéjar de nuestro municipio. Aún conserva sus pilares ochavados con el característico
color rojo y amarillo en los ladrillos y los arranques de varios arcos, todo ello entre las
últimas ruinas de una gran casa, en la que fuera la manzana más antigua del municipio,
ubicada junto a la muralla. Las arcadas mudéjares de este patio tienen las mismas
características que las fachadas primitivas de la iglesia de San Juan.
Poco después de la conquista, en 1296 se conservaba el barrio musulmán en la
Marchena cristiana. La importante herencia constructiva islámica de la muralla había
creado no solo un precedente sino todo un grupo de obreros especializados en
determiandas técnicas de la albañilería. Los alarifes mudéjares continuaron trabajando
muchos años al servicio de los Duques. No sólo había que reparar la muralla, también
reformarla.
San Miguel se construyó también en torno a 1528 en este estilo- tras la expansión de
este arrabal histórico. San Sebastián también se reconstruyó bajo la misma estética, tras
el terremoto de Lisboa. En 1618, -cuatro siglos después- el visitador del Rey indica que
informado que en la villa "andan algunos moras y moros libres, que están rebeldes y
pertinaces" señalando que también hay muchos otros esclavos.
Lopez de Arenas -Alcalde Alarife del Ayuntamiento sevillano, nacido en el barrio de San
Miguel en 1579- procedía de familia relacionada con los alarifes que trabajan para el
Duque-. Recogió en 1633 toda ésta tradición constructiva aprendida en sus años de
formación marchenera y la plasmó en el único tratado que existe en España, de similares
características.
Otro punto de Marchena donde florece el recuerdo de Al-Andalus se sitúa junto al arco de
la Rosa, donde confluyen dos manantiales y pudieron situarse los antiguos baños árabes.
La abundancia de manantiales y aguas subterráneas en los puntos estratégicos, sin duda
tuvo su importancia para el asentamiento árabe. Cerca de la Puerta de Sevilla florecen
dos manantiales conocidos desde época árabe. Además en la zona militar de la
alcazaba, asentada en el llamado cerro de la mota (del latin, mattus,a, um: humedo) era
la mas elevada y mejor defendida. Allí hay varios aljibes, uno cerca de la torre, que según
la tradición tiene base árabe, otro bajo el ábside y un tercero en la zona conventual.
El ser humano contiene más de un 80% de agua. Somos de agua. Debe ser por eso que
la necesitamos. Quién no se ha sentido alguna vez como si renaciera, tras bucear entre
transparentes aguas marinas rodeado de peces y de algas, o después de tomar un
relajante baño. Las religiones conservan sus antiguos ritos iniciáticos de purificación con
agua. Las abluciones de hindúes y musulmanes, el mikveh judío o el bautismo católico.
Aguas sagradas del Jordán, Ganges o Nilo.
Víctima de la prisa, el hombre contemporáneo acude ahora a los viejos remedios del
agua caliente o fría, a presión o por inmersión que nos relaja o estimula, alivia el dolor,
induce el sueño, acelera el pulso. Baños terapéuticos y rehabilitadores, propiedades
curativas y beneficios estéticos.
Kantas Niskas, rogamus et deprecamus vos... (sagradas ninfas, os rogamos y
suplicamos...) Así invocaban los antiguos griegos, y aún hoy en algunas regiones a las
ninfas de fuentes y manantiales.
Magia, belleza y refinamiento entre arcos y celosías, el juego de agua y luces en la
penumbra, envuelve el misterio del "hammam". Los baños árabes recuperaron la
costumbre de Grecia y Roma y nos dejaron una de las más apreciadas herencias de Al-
Andalus. Sheherazade, princesa de las Mil y una Noches dijo que una ciudad no estaba
completa si no tenía su "hammam". Era el centro de la vida de las ciudades andalusíes,
lugar indicado para relajarse y charlar.
La higiene es una manifestación de la fe escribió Mahoma. Adosados a la mezquita, los
baños responden al imperativo de acudir a la misma impolutos y limpios. En su origen
revistieron un carácter público y tenían un carácter social. Los hammam incluyeron
servicios de gimnasia, masaje, té música e incluso bibliotecas. Cuando el norte cristiano
no conocía el concepto de higiene, la Córdoba musulmana contaba con mas de
seiscientos baños públicos. Según I. Zamrak, los baños proliferaron en todo el territorio
de Al-Andalus, no sólo en los núcleos urbanos, sino también en los rurales -grandes o
pequeños-.
En los baños los clientes no sólo se lavaban, se relajaban y se dejaban masajear
enérgicamente. La tarde estaba destinada al turno de las mujeres, que se acicalaban,
charlaban e incluso merendaban. Pasta depilatoria, alheña (henna), aceite de violetas,
perfume de almizcle y jazmín, jabón arcilloso para el cabello, antimonio para realzar la
mirada (kohol), corteza de nuez para tintar labios y encías..., constituían un auténtico
arsenal cosmético para el cuidado y la belleza de la mujer andalusí. Los baños árabes
solían tener de tres a cuatro habitaciones, siendo las más elementales Al-bayt al maslaj:
vestíbulo, zaguán o lugar de descanso, Al-bayt al barid: allí recibían las toallas y
sandalias de madera. Al-bayt al wastani: sala templada y Al-bayt al -sajun: sala caliente.
El historiador Fernando Alcaide opina que el hammam de marshen'ah o Marchena de
los olivos estaría bajo el solar del antiguo convento de Capuchinos, junto a la Plaza Ducal
aunque su verdadera ubicación solo se sabría gacias a una excavación arqueológica. Es
el mismo caso que la mezquita, o la necrópolis islámica. La certeza del agua árabe la
tenemos en arcados aljibes bajo la iglesia de Santa María o San Juan. Así, se relaciona
el agua con la construcción de templos y eficios, como en el mundo antiguo.
Hasta hace un siglo funcionó en Marchena una casa de baños medicinales, ubicada en la
plaza de abajo o Plaza de Alvarado, una de las más antiguas e importantes de la
provincia sevillana.
En el Diario de Sevilla de 1829 aparece la noticia de la rehabilitación de la antigua casa
de baños, -que según esta crónica era conocida desde tiempo de los árabes-
coindidiendo con el resurgir del incipiente turismo termal y de balnearios. En la reforma de
aquel año se dotó al establecimiento de modernas instalaciones. Las conducciones de
agua corrían a lo largo de la muralla.
Los estudios hidrogeológicos nos revelan que en Marchena siempre fue abundante en
agua y que ésta podía ser hallada a escasa profundidad, como así lo atestiguaban los
numerosos pozos que antaño abastecían a cada casa del pueblo. Según el geógrafo
Manuel Ramón Ternero, los sustratos arenosos del sur del término municipal permiten la
filtración del agua que queda embalsada en los más profundos sustratos rocosos,
formando un venero. Dichos manantiales afloraban en las laderas del cerro sobre el que
se construyó el barrio de San Juan.
En la panorámica del barrio antiguo desde la calle San Miguel, destaca un punto en
donde abunda la vegetación, antiguas y altas palmeras, evocando un vergel árabe. En
ese punto, -donde hoy se levanta un edificio dedicado a la hostelería, que ha recogido la
tradición de ser parada y fonda del visitante forastero- confuyen dos manantiales hoy
olvidados, el manantial norte, que viene de la zona de la calle San Francisco y el
manantial sur, de la zona de Antonia Díaz y llegan al edificio de los antiguos baños,
después de unirse a través de un extenso acueducto de obra antigua según el relato del
Diario de Sevilla de 1829.
Una comisión médica compuesta por químicos y farmacéuticos dictaminanó que las
aguas de los baños de Marchena poseían propiedades especiales para las corrupciones
cutáneas y afecciones nerviosas. El manantial norte es rico en sales neutras, magnesio y
calcio, alúmina, selenita, sílice u óxido de sílice, mientras que el agua del manatial sur
contiene ácido carbónico, sulfato de hierro, nitrato de calcio, sílice y sobre todo gran
cantidad de sales, disueltas y a baja temperatura. La comisión médica destaba las
propiedades de las sales, como secante o antiséptico muy eficaz para las enfermedades
cutáneas. Hoy en día, los manantiales están cegados por falta de uso.
Todas estas características confieren a dicho lugar un interés especial. Sobre la muralla
almohade, las palmeras y el jardín hablan de abundancia de agua, en un lugar regusto
andalusí, cerca al Arco de la rosa, por un estrecho paso de guardia. Tiene baraka, una
expresión arabe que significa bendición. Hoy en día, los manantiales están cegados por
falta de uso.
Tampoco falta la presencia árabe en nuestros campos. Aún hú se conservan numerosas
estructuras hidráulicas subterráneas en huertas y explotaciones agrícolas, sobre todo en
la zona de Las Arenas. Por ejemplo, en la zona de Santolalla y la fuente del perro, existe
una de estos aljibes y pozos árabes que tuvieron su estructura de norias, y alrededor
florece toda una huerta que fue explotada hasta hace pocos años, gracias a un sistema
de tracción animal. En este caso, se puede ver una estructura cuadrada con una gran cisterna, sujetada por dos arcos y una abertura hacia el exterior para encajar la noria de
madera propiamente dicha, que se hacía girar por la fureza de los animales.
Es de sobra conocida la influencia árabe en torno a la gastronomía y el mundo de la
perfumería. Los olores de Al-Andalus eran esencias a base de limón, de rosas y de
violetas, y por el ámbar: ámbar gris, ámbar natural (anbar), desmenuzado o molido,
ámbar negro y almizcle. Los aceites perfumados y las esencias de flores se conservaban
en frascos de vidrio y cristales. Ibn Hazm nos cuenta que las cordobesas de su tiempo
pasaban largo tiempo mascando goma para perfumar su aliento». Toda la gama de
perfumes y cuidados estéticos y de la salud ha quedado conservada en los tratados de
alimentos, higiene y medicina de Avenzoar (1095-1161). En al-Ándalus el olor del almizcle
fue muy popular, ya que se alude al almizcle frecuentemente en los poemas andalusíes,
comparándolo con todo aroma intenso y perfumado. Un ejemplo es el poeta Ibn A'isa
(siglo XI) que concibe al-Ándalus como:«Una tierra de almizcle, una atmósfera de ámbar,
(...) y una lluvia fina de agua de rosas». En las mezquitas se quemaban en pebeteros
productos aromáticos, importados de Oriente, como el azahar o el sándalo.
La cortesía musulmana era recibir al invitado con el tradicional as-salamu aleikum, que es
un saludo islámico deseando paz y salud, y seguidamente el ofrecerle leche acompañada
de dátiles con almendras. El vaso de leche es un símbolo de la pureza de sentimientos.
Hay una larga lista de recomendaciones sobre el beber y el comer, transmitidas por los
sabios del Islam.
Los musulmanes andalusíes introdujeron nuevos productos muy populares hoy, como la
berenjena (badinÿana), originaria de la India. También trajeron las alcachofas (jarshuf) y
los espárragos, que tenían la propiedad de evitar los malos olores de la carne. Las
hortalizas más cultivadas eran, además, la calabaza, los pepinos, las acelgas (as-silqa),
las espinacas (isfanaj) y muchas otras.
Las frutas más consumidas eran la sandía, que provenía de Persia y del Yemen, el
melón, del Jorasán, y la granada de Siria. A propósito, en el «Libro de Agricultura» de Ibn
al-Awwám (siglos XII y XIII), podemos leer una tradición del Profeta Muhammad sobre
esta hermosa fruta, rescatada por este hacendado andalusí de la zona de Aljarafe, cerca
de Sevilla: «Cuidad del granado; comed la granada, pues ella desvanece todo rencor y
envidia». Era el símbolo por excelencia de Al Andalus.
El higo, se exportó a Oriente, y se introdujo en la península, procedente de
Constantinopla, en tiempos de Abderrahmán II. Las especies fueron muy usadas en la
cocina andalusí. En cuanto a las especias, muy utilizadas en la cocina de al-Ándalus, se
introdujo la canela, procedente de la China, así como el azafrán (az-zafaran, en persa
safrón), el comino (kammún), la alcaravea, el jenjibre, el sésamo (o ajonjolí), el cilantro, la
luez moscada y el anís (anisún).
Averroes nos dejó algunasrecetas sobre el uso del aceite de oliva. «Cuando procede de
aceitunas maduras y sanas, y sus propiedades no han sido alteradas artificialmente,
puede ser asimilado perfectamente por la constitución humana (...) Los alimentos
condimentados con aceite son nutritivos, con tal que el aceite sea fresco y poco ácido (...)
Por lo general es adecuada para el hombre toda la sustancia del aceite, por lo cual en
nuestra tierra sólo se condimenta la carne con él, ya que éste es el mejor modo de
atemperarla, al que llamamos, rehogo. He aquí como se hace: se toma el aceite y se
vierte en cazuela, colocándose enseguida la carne y añadiéndole agua caliente poco a
poco, pero sin que llegue a hervir» (Kulliyat).
También señala las propiedades alimenticias de las berenjenas: «Con las berenjenas se
hacen en nuestro país muchos platos delicados. Después que sueltan la primera agua de
cocción y se cuecen con su abundante carne, son muy deliciosas» (Kulliyat).
En su Kitab al-Kulliyat fi-l Tibb dice: «Los mejores frutos son los higos y las uvas. La
calidad del higo es cálida y húmeda, tonificando el estómago y aligerando el vientre...
Cuando son cocidos durante largo tiempo, se parecen a la miel».
También se ha estudiado la presencia árabe en el folclore popular. «Ya es bantante
significativo que moriscos y gitanos compartan los nuevos apellidos castellanos, como lo
es el hecho de que aquellos lugares y enclaves donde hubo una mayor población
morisca, sean, precisamente, en los que se asentó el mayor número de gitanos: Albaicín,
de Granada, Las Alpujarras, el barrio sevillano de Triana, Lebrija, Marchena, Utrera ... y
Jerez de la Frontera.» opina Blas Infante.
El cantaor y estudioso del folclore árabe, Aziz Balouch oyendo en 1933 a Pepe
Marchena, se dio cuenta de que la estructura y la raiz de la música de su tierra y la
andaluza eran la misma. Aziz descubrió además la herencia de Ali Ben Nafi -Ziryab-,
músico y estudioso de los instrumentos, enviado por el califa de Bagdad al de
Córdoba, que extendió un puente musical entre Al-Andalus y Pakistán.
Invitado por Aziz, Pepe Marchena ofreció una serie de cantos explicativos en Karachi
-Pakistán- en 1961. Los melismas de Tejada quedaron como ejemplo de la teoría
árabe del nacimiento del cante flamenco, una de las posibles. Tampoco han faltado
teorías sobre un posible origen árabe en las antiguas saetas marcheneras, entre
expertos musicales, entre ellos el madrileño Pablo Carazo, músico y experto en
música árabe y medieval, perteneciente al grupo musical de Eduardo Paniagua.
Estudiando elementos como lo albañilería, la ebanistería, la alimentación, el vocabulario,
nos damos cuenta de que la tradición andalusí no sólo es mucho más importante de lo
que pudiese parecer, sino que sigue hoy día viva en nuestro pueblo.
Nuevamente nos asaltan otras preguntas: ¿Han influído cuestiones, religiosas,
ideológicas, en la escasa investigación sobre nuestra tradición andalusí?. ¿Podrían
recuperarse los baños y los manantiales árabes?. ¿Donde estuvieron las mezquitas y el
cementerio de los musulmanes?. ¿Donde, los acueductos de los baños?. Estas últimas
preguntas solo podrían ser respondidas con excavaciones arqueológicas.
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