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Historia: Los predicadores de Santo Domingo

Convento de Santo Domingo

El eco de los predicadores

Predicar sin más ataduras que las de su palabra. Cuando Domingo de Guzmán se reúne con sus seguidores en 1216 crea la orden de los Frailes Predicadores con este objetivo. Las prácticas conventuales quedarán sujetas a la finalidad de predicar y la preparación intelectual será su gran arma, algo especialmente cuidado por esta orden.

Los predicadores se extenderían rápidamente por toda Europa y sus miembros se verán siempre de dos en dos por ciudades, aldeas y campos en acto de predicar.

Bartolomé Sánchez Bonilla, clérigo de Marchena escrituró en 1517 la fundación del convento dominico en una casa de la antigua Plaza de la Fuente. Aquella elección resultó poco idónea por lo insalubre del solar y las limitadas rentas.

A instancias de D. Rodrigo Ponce de León se inició la construcción de un nuevo edificio, la actual ubicación, definido por los cronistas contemporáneos como digno de un Rey que finalmente sustituiría a San Agustín de Sevilla, también fundación de los Duques, como panteón familiar. El Concejo controlado por la autoridad señorial fomentó el asentamiento en la población de obreros espeicalizados, principalmente artesanos, y relacionó la expansión demográfica que vivía el municipio con la realización de nuevas obras.

El nuevo convento se levantaría en el lugar donde se comenzaba a elevar la Marchena liberada de las murallas y que daría pié a la creación de los arrabales históricos a partir del siglo XVI. La nueva Marchena quedaría configurada urbanísticamente por la creación de numerosos conventos que marcan las líneas maestras del crecimiento urbanístico.

En el caso del convento de Dominicos, esté condicionó junto a los caminos medievales la creación de ejes tan importantes como Los Cantillos, San Pedro o Santa Clara. El conjunto de fundaciones de conventos fuera del recinto amurallado constituyen un patrimonio cultural de interés comparable al del recinto intramuros.

Muerto el fundador, D. Rodrigo, en 1530, se paralizaron las obras y su sucesor, D. Luis Cristóbal, continuaría la obra con fondos que dejó su padre aunque tardaría en cumplir la voluntad paterna por las deudas de la Casa Ducal, inaugurámdose las instalaciones a mediados de siglo.

El cierre de la iglesia de San Joaquín en Rota y la dedicación de sus rentas al convento dominico marchenero contribuyó a la reanudación de las obras que concluyeron pronto. A los lados del altar mayor y por mandato del testamento del Duque se construyó el panteón familiar de los Ponce de León en jaspe rojo y negro. Aquí descansan el fundador D. Rodrigo, su hijo D. Luis Cristóbal, D. Pedro, Obispo de Badajoz y fraile dominico y D. Luis entre otros. Muchos Ponce de León se hicieron frailes dominicos.
Bajo el altar mayor la Duquesa doña Victoria de Toledo mandó construir una cripta para los enterramientos.

Gracias a las rentas donadas por los Duques, el convento fue rico y próspero, llegó a tener una cátedra de teología. Frailes de este convento fueron a evangelizar America o Filipinas o llegaron a ser catedráticos de la Universidad de Viena.

Fue clausurado en 1835 no sin antes sufrir los avatares de la ocupación francesa y albergó 200 camas para los oficiales de la tropa, que convivieron con los frailes. Fue entonces cuando comenzó el deterioro del patrimonio marchenero y se perdió entre otros tesoros la colección de óleos del claustro del convento, algunos de ellos del pintor barroco madrileño Francisco de Solis.

Su claustro, conservado hasta los años 70 era uno de los más hermosos patios mudéjares, hoy muy reformado y casi irreconocible. Tenía 25 metros de lado con cinco arcadas de medio punto por cada flanco que apeaban en capiteles de tradición mudéjar,columnas y pilares ochavados en las esquinas. La escalera monumental, hoy en las dependencias del Casino, fue reformada en torno a 1600 y es un bello ejemplo de la arquitectura conventual andaluza en la que algunos autores ven la mano del maestro sevillano Juan de Oviedo.

Arte para la meditación

Un hermoso cancel separa el silencio del convento del ruido de la calle. La oración de la gubia sobre la madera deja formas imposibles de repetir a las generaciones futuras. Marchena, cuna de Diego López de Arenas, predicador de la madera conserva en el cancel de este convento toda su tradición ebanista centenaria. Fechado en 1757 es uno de los grandes tesoros de la iglesia.

En el interior del templo, los frailes dominicos parecen querer volver a resucitar la memoria de su tiempo desde los altares. Los escudos y los miembros de la orden llenan todo el templo de ecos de las oraciones. En las pilas descansa el agua que purifica.

Majestuosamente barrocos los altares se elevan como plegarias a los cielos. Creados en en siglo XVIII el de la Virgen de las Angustias muestra elementos de la pasión, ya que antes albergó al Cristo de San Pedro. La luz crea formas que sin ella no exisitrían. Destaca en él una imagen del ecce homo. Además, la Virgen tallada y firmada en su pecho por Gabriel de Astorga en 1867, espera pacientemente la llegada de la Pasión, cuando el silencio de los rezos se verá roto por una multitud expectante.

El retablo de la Virgen del Rosario, patrona de Marchena es el más monumental. Fechable en torno a 1760, alberga la imagen de la patrona, de autor anónimo, y presenta elementos ornamentales con símbolos de la Virgen, por lo que pudo ser encargado por su Hermandad. En el ático presenta una poco habitual talla representando el encuentro entre Santo Domingo y San Francisco.

En otro altar es posible admirar una pintura de la Inmaculada del círculo de Francisco Pacheco. Junto a él un altar con una pintura de San José y el Niño.

La iglesia ha perdido sus capillas laterales, y conserva una gran nave central cubierta por bóveda de cañon. El presbiterio tiene una bóveda de crucería con pinturas murales mal conservadas pero de gran belleza. En sus paredes destaca un bello conjunto de azulejería de 1638, entre la que destaca un escudo de los Duques. Completan el conjunto las pinturas relativas a la vida de los santos de la orden dominica. Además, dos grandes lienzos, uno representa a la Inmaculada sobre la que se representa al Padre Eterno y el otro a Santo Tomás de Aquino venciendo a sus enemigos con una gran pluma.

En el altar mayor, de 1620, santos dominicos, con pinturas y esculturas de estilo renacimiento, presidido hoy por la imagen del Cristo de San Pedro.


Cinco siglos de Hermandad

Si los dominicios hicieron de este covento su instrumento para la predicación, encontraron en el Cristo de San Pedro, una viva representación de la angustia y el dolor.

Hermandad fundada en 1556 con el nombre del Santo Crucifijo, la historia de esta talla y la de Marchena son ya indisociables. La leyenda dice cuenta que dos jóvenes aparecieron en el convento con un gran cajón, que portaba el Cristo. Los dos jóvenes desaparecieron a pesar de estar las puertas cerradas, dejando intacta la comida y el pienso para los caballos dejando el Cristo en él. La talla del Cristo es del Siglo XVI, conservando aún parte del bello arcaísmo de reminiscencias góticas aunque fue muy restaurado en el siglo XIX. La Virgen es de Gabriel de Astorga de 1867. La procesión de esta Hermandad en la noche del Viernes Santo es un verdadero museo en la calle, porque conserva valiosos enseres artísticos de los siglo XVII, XVIII y XIX.

La Hermandad ha expuesto los enseres más interesantes en una nave lateral de la iglesia, donde se puede admirar el verdadero tesoro que el tiempo y la tradición que los siglos han legado a los Hermanos del Cristo y que ellos, han sabido cuidar con amor y cariño.

Entre los enseres más destacables está la cruz con dosel del Cristo y su cruz de plata, una seña de identidad de esta corporación. La corona del Cristo, de oro puro representa al mismo tiempo majestad y divinidad. Los bordados de los mantos de la Virgen del Rosario y de las Angustias, son dignos exponentes del bordado tradicional del XIX. Las antiguas sayas de la hermandad, al estilo tradicional marchenero, fueron resultado de la norma de procesionar con la efigie cubierta y fue sustituida a principios del siglo XX por su elevado coste.

El palio de plata cincelada de la Virgen de las Angustias son otra reminiscencia de las tradiciones del XIX que esta corporación ha sabido conservar.

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