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bienal de arte sacro: Nuevas formas, viejos credos

Nuevas formas, viejos credos

La Bienal de arte Sacro coloca a Marchena en el mapa del arte contemporáneo, esta vez de la mano de Cardenal Soldini, mecenas y artista. Como en los tiempos del ducado, desde Italia llegan las nuevas influencias del arte a estas campiñas ajenas a las corrientes artísticas.

La Bienal, no es solo una exposición, sino toda una corriente de vida y arte, que nace en Siena y llega hasta nuestra campiña andaluza. Gracias a ella, se han establecido importantes relaciones entre artistas y ciudades que han albergado la muestra. Por ejemplo, Carmona ha recibido la donación de dos esculturas de Eric Aman, una por parte del artista y otra del propio Soldini. Aman dotó a Carmona de un nuevo símbolo, la escultura Carmo, que ya es una nueva seña de identidad. Así, la bienal hunde sus raices en las ciudades por donde pasa. Quizá en Marchena ocurra lo mismo, y se creen lazos indisolubles, más allá de una fecha o una circunstancia concreta.

Pero lo más importante de dicha muestra, lo que la hace verdaderamente única, es la gran variedad de estilos y tendencias, demostrando que el arte sacro, no tiene porqué tener necesariamente una serie de patrones clásicos. El artista de nuestro tiempo, reivindica su libertad creativa e inventa nuevas formas para viejos credos. Y luego está nuestra hermosa tradición de siglos. Lo malo es cuando la tradición ahoga a la creación y se convierte en imitación. La bienal reivindica la libertad de nuestros artistas, en tiempos de lo inmediato y lo práctico.

Y no solo hay en la bienal gran variedad de estilos y técnicas artísticas. También una gran amplitud de miradas, procedentes de paises con tradiciones culturales muy diversas, bajo el signo común de la espiritualidad personificada en María. En la bienal no solo dialoga la tradición con la modernidad
sino diversas tradiciones entre sí y vence la necesidad del ser humano de trascender a su propia materia, a través del arte, que es el lenguaje del alma. El alma es lo que nos hace humanos. La violencia, la cerrazón y la sinrazón es el fracaso del ser humano.

Santa María, símbolo vivo del ducado, -una época de mecenas y artistas, de riqueza cultural deslumbrante-, se ha revelado además como un espacio idóneo para el arte de nuestro tiempo. El pasado, llamando a las puertas de nuestra alma, y diciendonos que por encima del polvo ruinoso del olvido, también hay futuro. El pasado como futuro. Diciéndonos que no lo olvidemos, pues en él está nuestra esencia colectiva. El alma de Marchena.

Santa María es el mejor ejemplo marchenero de diálogo entre culturas. Una vez recuperados sus elementos externos, mostrar los elementos de tradición islámica sería una forma única de recuperar esa oculta tradición del diálogo. Así, por unos días, la tradición de los iconos bizantinos, de Olesija Zvagina o del arte caligráfico islámico de Hossein Zendaroudi, habló con la tradición castellana de Jerónimo Hernandez entre artesonados mudéjares y góticas puntas de diamante.

Sin embargo, diálogo es una bella palabra muy dificil de llenar de su verdadero contenido. Decía Machado, para dialogar, preguntad primero, después escuchar. Pero escuchar de verdad. El diálogo, no es pues, un monólogo. El monólogo es estrecho y traicionero, con ocultas corrientes. Como el lugar donde se pierden muchas vidas casi al lado de nuestras casas. Pero otros llegan a nuestras calles y nuestros barrios, y nos piden de nuevo diálogo. La historia nos ofrece de nuevo la oportunidad del diálogo y la tentación del monólogo.

Cuando vamos a la bienal no sólo se trata de mirar un cuadro y decidir si nos gusta o no, sino de valorar en su justa medida todo lo que supone un evento de este tipo. En la próxima edición, la Bienal tratará el tema de los ángeles. Ojalá que la bienal se convierta en una hermosa costumbre que venga a Marchena asiduamente para sustituir de vez en cuando el diálogo por el monólogo. Y que nosotros la veamos y sepamos interpretarla.

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